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[HISTORIA] El triunfo del peronismo

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Mensaje por Mr.Bruno Miér Ago 26, 2015 8:01 pm

EL TRIUNFO DEL PERONISMO
En las elecciones presidenciales del 24 febrero de 1946, Juan Domingo Perón obtuvo el 54% de los sufragios, una ventaja de 300.000 votos. En las principales ciudades, el enfrentamiento se dio claramente en términos de clase: las clases medias y altas frente a los trabajadores. Pero en el resto del país, las divisiones tuvieron más que ver con cuestiones locales, el apoyo de la Iglesia o la decisión de caudillos conservadores de votar por Perón. Como bien se ha dicho: "Perón había ganado pero el peronismo estaba todavía por construirse".
Incluso antes de asumir la presidencia en junio de 1946, Perón promovió la unificación de los grupos y partidos que le habían dado el triunfo -laboristas, radica- les de la Junta Renovadora, nacionalistas, sectores conservadores- en un movimiento que luego sería llamado justicialismo, con una doctrina común. A lo largo de toda su vida, Perón se preocupó por mantener en sus manos un liderazgo firme e incuestionable de su corriente política, por encima de las diferencias entre sus distintos sectores.
La construcción de la "doctrina"
La doctrina peronista se elaboró sobre la base de tres principios fundamentales: la justicia social, que se centraba en una distribución más justa de la riqueza nacional; la independencia económica, tendiente a lograr una mayor autonomía con respecto a los países desarrollados; y la soberanía política, plasmada en una actitud alternativa frente al conflicto de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión
Soviética, la que más tarde se denominó "tercera posición".
Con el tiempo se fue desarrollando la idea de que los distintos sectores de la sociedad debían organizarse corporativa- mente. Así como los trabajadores tenían como organización central a la CCT, el gobierno peronista se propuso extender el ejemplo a otros sectores. Intentó organizar a los empresarios en la Confederación General Económica (CCE) y buscó hacer lo propio con los estudiantes universitarios y
otras entidades profesionales. De esta manera, el Estado se vinculaba a los representantes de esas corporaciones para alcanzar el ideal de una "Comunidad Organizada", nombre que justamente tiene uno de los escritos más importantes firmados por Perón.
Esta línea de pensamiento se basaba en la concepción de que el Estado establecía la armonía entre los distintos sectores sociales, realizando el bien común. Encontraba su inspiración en modelos políticos muy difundidos, como el de Benito Mussolini en Italia o el de Lázaro Cárdenas en México, y se enfrentaba con la concepción liberal del Estado, que reservaba para esta un papel mucho menor,
limitado a asegurar el ejercicio de las libertades individuales. Los regímenes citados buscaban la primacía del Poder Ejecutivo
sobre las demás instituciones republicanas. El líder derivaba su legitimidad del plebiscito popular más que de los poderes constitucionales.
La creación del consenso político
El Estado peronista buscaba el apoyo total de la población, lo que se dio en denominar la "peronización" de la sociedad. Este objetivo iba de la mano de la tendencia a reducir a su mínima expresión a la oposición. Dentro de este esquema, el control del gobierno se extendió, entre otros, a los medios de comunicación. Ejemplos de esta política fueron la adquisición de la mayoría de las radios y la
expropiación del diario opositor La Prensa, que fue entregado a la CCT para que se convirtiera en su órgano oficial.
El papel de la educación
Un elemento central en ese proceso fue la política educativa peronista. Desde el régimen militar de 1943, al frente de ella se encontraban funcionarios nacionalistas, cuya orientación había generado distintos tipos de demandas. Además de los reclamos provenientes del arco político opositor, el sistema educativo argentino vivía una crisis de crecimiento. El peronismo introdujo cambios que se orientaron a la expansión de la matrícula en todos los niveles, la mejora de los salarios docentes, la construcción y el equipamiento de numerosos edificios escolares. La enseñan-
za técnica recibió un impulso fundamental: se creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional; se organizaron escuelas-fábrica, escuelas de aprendizaje, escuelas de capacitación obrera y de capacitación profesional femenina.
Esta política pudo llevarse a cabo con éxito debido a las medidas económicas que redistribuyeron el ingreso, al producir aumentos de
salarios y el mejoramiento del nivel de vida de los sectores obreros como también, al importante nivel de inversión en educación que mantuvo el gobierno.
La ampliación del sistema educativo respondió no solo a las necesidades propias del modelo de desarrollo económico -el crecimiento sostenido de la industrialización requería una mano de obra con ciertas calificaciones previas- sino también al sistema político que construyó el peronismo. Este se basó en la politización controlada de nuevos sectores; por lo tanto, debían desplegarse mecanismos no coercitivos que encauzaran la
movilización dentro de los objetivos propuestos. De esta manera, la educación era parte integrante de una política más amplia destinada a la generación de consenso.
Entre estos objetivos, en 1947 se convirtió en ley la enseñanza religiosa católica en las escuelas públicas de jurisdicción federal, medida que ya había decretado el gobierno militar de 1943. Asimismo, se otorgaron subsidios estatales a los establecimientos de enseñanza privados, medida que llevaba al mejoramiento de las condiciones laborales y económicas de los docentes de esas instituciones. Se incorporaron nuevos contenidos en
los programas de estudio y libros de texto, tendientes a inculcar la doctrina peronista desde la escuela primaria. En las universidades también se aplicó esta política de control; algunas de ellas sufrieron la intervención estatal y otras, el recambio de académicos por otros más afines al gobierno.
La centralización del sistema educativo se convirtió en condición indispensable para el logro de la democratización económica y política, proceso paulatino cuyos hitos principales fueron el mantenimiento de la intervención del Consejo Nacional de Educación y su posterior subordinación permanente bajo el control directo del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública (1947); la creación de la Secretaría de Educación en 1948 y, en 1949, su transformación en Ministerio de Educación.
Otras formas para lograr adhesión
Frente a las resistencias que este proyecto generaba, el peronismo centró su estrategia educativa de masas en acciones predominantemente paralelas a la actividad escolar tradicional. Entre ellas, los cursos realizados por las unidades básicas y la Fundación de Ayuda Social, la creación de escuelas sindicales, la organización de grandes actos de masas para asistir al discurso coloquial del líder, la utilización de los medios de comunicación masivos y la difusión del deporte.
El disenso político
A través de la educación, los medios, el deporte y los actos públicos, la vida cotidiana mostró los signos del avance del régimen, que evidenciaba cierto nivel de control sobre los ciudadanos. Las clases medias, que desde un principio se ubicaban mayoritariamente en la "vereda de enfrente" del peronismo, reaccionaron a esa situación fortaleciendo su carácter opositor. El intento de impulsar una democratización social desde el poder rápidamente fue considerado "demagógico" por estos sectores.
El disenso político quedó recluido al ámbito parlamentario, donde también se tomaron algunas medidas para acallar a la oposición. La sanción de la Ley de Desacato, que permitía la expulsión de diputados incluidos en esa figura, y la alteración de las normas de funcionamiento del Congreso apuntaban en esa dirección. El momento culminante de esta avanzada fue la reforma de la Constitución Nacional realizada en 1949. Entre sus medidas se introdujo la posibilidad de la reelección presidencial inmediata y sin limitaciones.
La Constitución de 1949
A fines de 1948 se eligieron los convencionales constituyentes, quienes trabajarían en la reforma de la Constitución sancionada en 1853. Los principales cambios que se establecieron desde 1949 se vincularon con la incorporación de elementos claramente asociados con el peronismo. Se incluyeron con rango constitucional los derechos sociales, se declaró la propiedad inalienable de la Nación sobre los recursos naturales, la nacionalización de los servicios públicos y la regulación del comercio externo.
En otro orden, las reformas introducidas suprimieron el colegio electoral y se estableció la elección directa del presidente. Unos de los aspectos más controvertidos fue la posibilidad de reelección inmediata y sin limitaciones de la máxima autoridad de la Nación
El voto femenino
Desde sus orígenes, el peronismo impulsó la movilización de las mujeres, lo que suele explicarse a partir de las necesidades del gobierno de ampliar sus bases de sustentación social. El sufragio femenino, sancionado por ley en 1947, completó la formación de la ciudadanía política. A la vez, consolidó la inclusión de la mujer en las políticas del Estado, si bien durante la campaña electoral de ese mismo año se esbozaron los principales rasgos de una identidad femenina -la de la "mujer peronista"- que proponía un sistema de valores para orientar las actitudes y conductas de las mujeres.
La idea de ciudadanía se expandió, por la incorporación, junto con los derechos civiles y políticos, de los nuevos derechos sociales, como el empleo, el salario digno, la salud o la vivienda.
LAS TRANSFORMACIONES SOCIALES
El peronismo no solo creó un apoyo basado en estrategias políticas; la inclusión social fue otro elemento clave para obtener
su legitimidad.
Las políticas sociales
Las políticas sociales del gobierno intentaron cumplir la deuda que el Estado tenía con los sectores originados desde los años treinta con el proceso de industrialización.
El otorgamiento de derechos sociales a los trabajadores fue sin duda uno de los aspectos más relevantes. La legislación aprobada, que respondía a los reclamos históricos del movimiento obrero, incluía: la ley que estableció la indemnización por el des- pido sin causa; el establecimiento del seguro social y de las jubilaciones; el Estatuto del Peón, que procuró mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores rurales; la creación de tribunales de Trabajo, para tratar los juicios relacionados con cuestiones laborales; el otorgamiento de mejoras salariales; el establecimiento del "aguinaldo" o sueldo anual complementario; el reconocimiento de las asociaciones profesionales, que significó el fortalecimiento de los sindicatos como representantes de los intereses de los trabajadores.
Esta legislación estuvo acompañada por medidas que tendieron a una mayor centralización y control por parte del Estado. La
política sindical del gobierno se orientó a reconocer la personería gremial solo a una organización por sector de actividad y a la
Confederación General del Trabajo, como única central obrera. Para fortalecer ese control, se otorgó a la CCT un amplio poder de
intervención sobre los sindicatos afiliados, que fue usado contra las expresiones opositoras.
La concepción social de ciudadanía adquirió rango constitucional en 1949 cuando se reformó la Constitución Nacional.y los derechos sociales pasaron a formar parte de la Ley Suprema del Estado.
La política sanitaria
La Dirección Nacional de Salud Pública (creada en 1943) se convirtió en secretaría en 1946 y fue elevada al rango de ministerio en 1949. La dirección de la estructura sanitaria nacional estuvo en manos del doctor Ramón Carrillo, quien transformó la salud de la población en una cuestión del Estado. La medicina social, definida como eminentemente preventiva, se transformó en uno de los pilares del peronismo. El Estado prestó una amplia gama de servicios de salud, que buscaban incidir permanentemente en el medio social, económico y cultural, a fin de combatir sus males y problemas.
La política oficial tendió a cubrir los derechos de los sectores sindicalizados, pero una gran proporción de trabajadores no estaban
incorporados en las organizaciones gremiales. Por ejemplo, la mitad de los empleados del Estado no estaban afiliados a ningún sindicato. Esto hacía que una parte importante de la población quedara fuera del sistema de asistencia y servicios sociales pro- visto por esas estructuras. Las políticas sociales implementadas por el peronismo, siguiendo la tradición de los gobiernos anteriores, mantuvieron su carácter sectorial al atender las demandas de los grupos sindicalizados que tenían capacidad de presión sobre las autoridades.
Eva Perón y la Fundación de Ayuda Social
El peronismo no puede ser cabalmente comprendido si se deja de lado la figura de Eva Perón. "Evita", como la llamaban sus seguidores, fue el canal de comunicación entre el gobierno y los sectores populares. En 1948, se creó la Fundación de Obra de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón, que en 1950 se convirtió en la Fundación Eva Perón. Su finalidad era obtener una base de apoyo más amplia para el peronismo y la incorporación al sistema de sectores sociales, trabajadores o no, que estaban excluidos de este. Así, esta institución, a
través de la "ayuda social" a los sectores más necesitados, funcionó como el nexo que permitía la inclusión de los elementos considerados más débiles de la sociedad: los pobres, las mujeres, los niños y jóvenes, los desempleados y subocupados.
Las tareas de la Fundación
La Fundación Eva Perón fue un complemento de la política de justicia social propi- ciada por el gobierno. Su ayuda se orientó a
apoyar a los sindicatos, a la creación de proveedurías y a la organización y financiamiento de planes de vivienda, pero la salud
fue su eje vertebrador.
La creación de hospitales policlínicos cumplió un papel importante en el logro del objetivo que se había propuesto el Estado en lo que respecta a la medicina asistencial: asegurar una cama de hospital por cada cien habitantes. Otra medida adoptada en este ámbito fue la puesta en marcha del Tren Sanitario Eva Perón, que recorrió las provincias del norte argentino, equipado con elementos técnicos y con profesionales de la salud. También se creó la Escuela de Enfermería, debido a la necesidad del Estado peronista de perfeccionar y controlar el ejercicio de los profesionales de la salud
LAS TRANSFORMACIONES
ECONÓMICAS
Durante los gobiernos peronistas el Estado implementó estrategias de desarrollo económico para asegurar las políticas sociales y ampliar las bases del consenso.
La opción por el mercado interno
La guerra de 1939-1945 había producido restricciones al comercio internacional, que llevaron a una caída brusca de las importaciones. En cambio, las exportaciones de carnes y otros productos argentinos no disminuyeron en la misma proporción que las importaciones, y se vieron favorecidas por el aumento de sus precios internacionales. De este modo se acumularon saldos favorables de la balanza comercial. Para cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial, esos excedentes de divisas estaban depositados mayoritariamente en los bancos del principal cliente de la Argentina, Gran Bretaña, lo que creaba una situación novedosa y difícil para el futuro. Si bien el país contaba con importantes fondos a su favor, su uso estaba bloqueado por el control de cambios adoptado por el gobierno británico, que se mantuvo después de 1945 debido a los problemas de la reconstrucción económica luego de la contienda.
La política económica del peronismo se centró en proseguir la industrialización sustitutiva iniciada en el período anterior, fortaleciendo el mercado interno. Esta orientación, que en buena medida el mismo Perón justificaba en los temores respecto de una próxima "tercera guerra mundial", se basó en dos pilares: la nacionalización de la economía controlada por parte del Estado y la búsqueda del pleno
empleo elevando el nivel de vida de los trabajadores. La intervención estatal en la vida económica y social fue planificada a través
de los Planes Quinquenales. Si bien la referencia inmediata era la industrialización soviética, durante la segunda posguerra en varios países capitalistas se elaboraron planes de desarrollo que, aunque de manera funda mentalmente orientadora, reflejaban la
importancia que en ese momento se le otorgaba al Estado en los asuntos económicos.
En esta época se puso en marcha en los países occidentales un sistema de solidaridad social que apuntaba a corregir las injusticias del capitalismo espontáneo". Se consideraba al Estado como responsable del progreso social de la población, motivo por el cual se lo llamó "Estado de bienestar" o "Estado benefactor" .
El Primer Plan Quinquenal
El Primer Plan Quinquenal, que abarcó los años 1947-1951, planteó como objetivo fundamental la transferencia de recursos desde el agro hacia la industria. Para tal fin se creó el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAP!). La función de este organismo era monopolizar las exportaciones. El Estado compraba la producción agraria, pagando precios fijos Luego vendía esos productos a precios internacionales, que en general eran más altos. La diferencia obtenida se destinaba a otorgar créditos a la industria. Además, algunos sectores se vieron beneficiados por la fijación de barreras aduaneras y por una política de subsidios y créditos, como en el caso de la industria alimenticia.
La nacionalización de empresas
El Estado, en su nuevo rol inter- ventor, actuó como inversor directo en determinadas ramas de la industria creando compañías estatales o
de capitales mixtos. Tales fueron los casos de las empresas Industrias Mecánicas del Estado (IME) que fabricaba automotores; Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA) en el sector del acero; Fabricaciones Nacionales de Productos Químicos; Gas del Estado y Yacimientos Carboníferos Fiscales (YCF) en el rubro energético; Empresa de Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) y Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA), dedicadas al transporte. Al mismo tiempo se daba más relevancia a empresas estatales preexistentes, como en el caso de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
Otro elemento importante en la política económica del gobierno peronista fue la nacionalización de empresas. Ante todo se dispuso el traspaso al Estado del Banco Central, que hasta entonces contaba con participación y director del sector privado.
Asimismo se adquirieron las empresas de servicios considerados esenciales, como los ferrocarriles y teléfonos.
El gobierno presentó estas medidas como una manera de asegurar en manos del Estado instrumentos que resultaban estratégicos para la economía nacional, como las finanzas, los transportes y las· comunicaciones.
Con respecto a la compra de los ferrocarriles, hay diversas interpretaciones históricas sobre su real significado. Para algunos autores, representó un ejemplo claro del programa de independencia económica propiciado por el peronismo; para otros, significó un éxito para los
intereses británicos. Como vimos, durante la guerra se había acumulado en Londres una cantidad apreciable de divisas por el excedente de la balanza comercial, que representaba una deuda que los británicos debían pagar a la Argentina. La compra de los ferrocarriles y otras empresas se realizó usando esos fon- dos que estaban bloqueados en Londres. A esto se sumaba el hecho de que el estado de las empresas ferroviarias era muy malo, ya que se habían descapitalizado, las instalaciones eran obsoletas y generaban una escasa rentabilidad. En definitiva, desprenderse de ellas no era un mal negocio para los británicos.
Las'" ramas del desarrollo industrial
En los dos primeros años del gobierno peronista, el modelo de crecimiento basado en el mercado interno tuvo resultados positivos. Entre 1946 y 1948, la industria creció a un ritmo del 6,32% anual. Las tasas de crecimiento más elevadas fueron las textiles (9,1 %), máquinas y artefactos eléctricos (8,7%) y maquinarias (7,7%). Pero, a decir verdad, se produjeron cambios poco significativos en la estructura industrial en relación con la década de 1930: la producción textil continuó su crecimiento, la de los alimentos descendió y otras áreas que anteriormente aparecían en plena expansión crecieron poco.
Durante el período de vigencia del Primer Plan Quinquenal, el producto bruto interno aumentó considerablemente, permitiendo una redistribución del ingreso entre los sectores populares. Estos experimentaron una evidente mejora en su nivel de vida, reflejada en un mayor consumo de bienes durable s (especialmente, electrodomésticos: heladeras, radios, etc.) y en un acceso significativo a bienes culturales antes limitados a las clases
más acomodadas. Asimismo, adquirió vigor un sector empresarial vinculado a la industria de bienes de consumo en expansión, que prosperó sobre todo por la posibilidad de disponer de un mercado cerrado a la competencia exterior y en el cua11a demanda estaba en plena expansión.
Los límites del modelo
Los años finales de la década de 1940 modificaron el panorama económico inter- nacional. La recuperación de los países europeos y la inundación de sus mercados con granos provenientes de América del Norte provocaron un serio declive en las exportaciones argentinas. La Argentina tenía dificultades para colocar en Europa su producción agropecuaria a raíz de la política imp1ementada por el Plan Marshall de subsidiar las exportaciones estadounidenses. Debido a la tensa relación diplomática existente desde 1945, Estados Unidos prohibió que los dólares aportados a Europa a través de ese plan de ayuda fueran utilizados para realizar compras en la Argentina.
Al compás de América latina
Como en otros países latinoamericanos, se llegó a un punto en que se hicieron evidentes los límites del modelo económico industrial
basado en una economía que, básicamente, seguía apoyada en los ingresos derivados de la producción agropecuaria. La opción de una
industria exportadora no fue encarada de forma consecuente, al tiempo que se producía la llegada a la región de los productos estadounidenses. El eje del modelo de industrialización peronista había sido una política de redistribución y esta había llegado al límite
con la recuperación de las economías europeas. La continuidad de una situación de dependencia respecto de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de importaciones esenciales para proseguir con el proceso de industrialización (máquinas, repuestos, combustibles) condujeron a que el modelo entrara en crisis a partir del sector externo. A esta situación contribuyeron las graves sequías sufridas en los años agrícolas 1949-1950 y 1950-1951.
El porqué de los límites
El estancamiento industrial de esta etapa, más que mostrar problemas de demanda enel mercado, indicaba los límites de la sustitución basada principalmente en bienes de consumo y las dificultades para reorientar las actividades hacia nuevas ramas dinámicas, como bienes intermedios y de capital. El desarrollo de los sectores rezagados se veía obstaculizado no solo por la política del Estado, sino también por la complejidad tecnológica creciente de las ramas que buscaban sustituir, por su mayor necesidad de inversiones en maquinarias y equipamientos y por la poca disponibilidad de materia prima local.
Para fines de los años cuarenta, la continuidad de la sustitución de importaciones en las ramas livianas se había agotado. Asimismo, en un contexto en que la producción industrial se destinaba mayoritariamente al mercado interno, no se generaban exportaciones que trajesen las divisas necesarias para cubrir los requerimientos de bienes importa- dos. Al terminar la guerra, las importaciones crecieron como consecuencia del alto nivel de compras, pero la caída de las exportaciones primarias y el agotamiento de las reser- vas a partir de 1948 pusieron límite a las posibilidades de la industria de seguir creciendo por el mismo rumbo.
Las alternativas
Frente a los problemas, el peronismo tenía dos alternativas. La primera era modificar la orientación favoreciendo las exportaciones tradicionales, y al mismo tiempo buscar mejoras en la productividad industrial. Este cambio conduciría a enfrentarse con los sectores asalariados, que verían disminuir sus ingresos. La otra alternativa era continuar con la política redistributiva para mantener el apoyo de los obreros, ampliando la brecha que separaba al gobierno de los sectores empresarios.
La crisis económica se reflejó en una creciente inflación, debida al estancamiento de la producción y los aumentos de sueldos. La respuesta del gobierno fue un plan de austeridad y estabilización lanzado en 1952, que incluía el congelamiento de los salarios y de los precios.
El Segundo Plan Quinquenal
El Segundo Plan Quinquenal, aplicado a partir de 1953, implicó un decisivo cambio de rumbo. Sus principales objetivos eran
aumentar la producción agraria, reducir las importaciones, contener el gasto público, disminuir la intervención estatal en la economía y establecer una apertura hacia los capitales extranjeros.
El cambio de rumbo
En 1953, al agravarse la crisis, el gobierno peronista intentó modificar el rumbo promoviendo el avance hacia la sustitución de bienes intermedios y de capital, al tiempo que se proponía atraer capitales extranjeros. Una ley de inversiones extranjeras favoreció los emprendimientos para la fabricación de maquinaria y la producción de camiones y automóviles. Entre 1953 y 1955, el 73% de
las inversiones realizadas correspondían a los Estados Unidos. El 67% de estas inversiones se hallaba en el sector automotor y el 16% en el químico. En 1954, Perón convocó a un Congreso de la Productividad, cuya finalidad era acordar con sindicatos y empresarios la adopción de medidas para fortalecer la actividad industrial.
Sin embargo, las dificultades económicas no pudieron ser revertidas. El vuelco hacia posiciones que favorecían un aumento de la
productividad no sirvió para que el gobierno ganase el apoyo de los sectores empresaria- les. La mejora de las condiciones para el sector agropecuario tampoco disipó el rechazo que el peronismo generaba entre los grandes productores del sector, mientras que la caída de los precios agrícolas en el mercado mundial obstaculizó la acción del IAPI La situación de la industria no era mucho mejor: los empresarios no habían realizado nuevas inversiones en tecnología, de manera que sus instalaciones se volvieron ineficientes y obsoletas.
Por su parte, la apertura al capital extranjero generó diferencias dentro del mismo partido gobernante, ya que avanzaba sobre una de las bases del pensamiento peronista
En 1955, el gobierno firmó un precontrato con la empresa estadounidense California Standard Oil para la exploración y explotación de petróleo en Santa Cruz. La medida, criticada por un sector del peronismo, con- tribuyó a debilitar al gobierno.
Un balance
Los logros de la política económica emprendida en 1953 fueron modestos. Se redujo la inflación y se equilibró la balanza de pagos, pero no se apreciaron cambios más sustanciales en el agro y la industria. Ciertamente, el Segundo Plan Quinquenal marcaba un rumbo nuevo,
cuyos lineamientos básicos anticiparon las políticas de los gobiernos que vinieron después de la caída del peronismo. Su aplicación fue moderada, ya que tuvo en cuenta la necesidad de resguardar la situación de los sectores populares, lo que resultaba poco compatible con la ortodoxia económica que la inspiraba. Ni se recurrió a la devaluación -el gran instrumento con el que posteriormente se operaron sustancia- les transferencias de ingresos entre sectores- ni se redujo el gasto público, que en buena medida subsidiaba a los sectores asalariados. En este sentido, esta nueva política económica se mantenía dentro de la tradición peronista.
El impacto en el sector industrial
A pesar de la debilidad de las tasas de crecimiento, la industria sufrió cambios en cuanto a su estructura sectorial. Se produjo un retroceso en el rubro textil y el avance del metalmecánico y el químico. El censo industrial de 1954 reflejó la orientación hacia actividades livianas, entre las que pre- dominaban los derivados de materias primas agrarias (aceites, por ejemplo); pero en él aparecieron por primera vez rubros como los de laminados de hierro y acero, cemento portland y heladeras eléctricas. A lo largo de la década de 1950 se completó la sustitución de bienes durables de consumo.
Si se comparan las estadísticas industriales de 1947 y 1954, es posible notar que en ese período crecieron el número de establecimientos de la industria metalmecánica (pasó de 23.020 a 48.215), la ocupación en el sector (de 258.196 a 420.207 personas) y su participación en la producción (del 14% al 21%). Estos niveles de crecimiento se debieron sobre todo a la apertura de gran número de pequeños talleres dedicados a reparaciones o fabricación de repuestos, surgidos por el envejecimiento del parque automotor y de la dotación de maquinarias y equipos, como también por las restricciones a las importaciones.
Un ejemplo de la voluntad de autarquía del peronismo fue la organización, en 1953, de las Industrias Aeronáuticas del Estado, sobre la base de la Fábrica Militar de Aviones. Sus funciones incluían la fabricación de automotores, tractores y motocicletas. Esta medida cumplió un rol importante en los años posteriores al peronismo en lo que respecta a la puesta en marcha de la industria automotriz y del tractor en la Argentina.
EL ESTADO PERONISTA y EL MOVIMIENTO OBRERO
La relación del peronismo con el movimiento obrero sufrió transformaciones a lo largo de los años de gobierno. Si bien en un principio es posible afirmar la armonía del vínculo, los cambios en la situación económica pusieron en tela de juicio el consenso.
La relación con los trabajadores
Uno de los pilares de la política peronista fue su relación con los obreros a través de los sindicatos. Como hemos visto, ya desde su actuación al frente de la Secretaría de Trabajo, Perón promovió el reconocimiento de beneficios para los trabajadores: extensión del régimen de jubilaciones, leyes sobre accidentes de trabajo, vacaciones pagas y aguinaldo. Como presidente amplió esta política, con medidas sobre alquileres urbanos, la ampliación de los sistemas de salud y educación, la construcción de viviendas y la reducción de los precios del transporte. Todo ello derivó en
un aumento de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, que era lo que se buscaba para aumentar el consumo.
La crisis económica llevó a la adopción de un nuevo rumbo que alteró en gran parte la política implementada hasta el momento y que condujo al quiebre de la alianza gobernante. El congelamiento de los sueldos derivó en el inicio de un ciclo de huelgas y movilizaciones obreras. La respuesta del gobierno fue el desplazamiento de las estructuras sindica- les de los dirigentes gremiales que apoyaron esas medidas de fuerza.
En los últimos años se ha producido un fuerte debate historiográfico acerca del tipo de vinculación entre la clase obrera y el peronismo. Los distintos análisis comenzaron con un estudio sobre los cambios producidos en la composición de la clase obrera a partir del proceso de industrialización iniciado en la década de 1930.
La interpretación tradicional: viejos y nuevos obreros
La interpretación más tradicional es la del sociólogo Gino Germani, que plantea una diferencia fundamental entre "viejos" y "nuevos" sectores obreros. Estos últimos, provenientes en su mayor parte de las provincias del interior y de ámbitos rurales, tenían escasa experiencia gremial. No se concebían a sí mismos como integrantes de una clase y en ellos prevalecía un acentuado individualismo. Frente a estos sectores incorporados como asalariados a partir de la década de 1930, los "viejos" obreros eran en su mayoría de origen europeo, tenían una alta conciencia de clase y anteriores prácticas sindicales. Según esta diferenciación, se plantea que las nuevas masas obreras pudieron ser manipuladas a su gusto por el Estado, al no contar con experiencias previas políticas ni sindicales. La aparición de un caudillo astuto que manipulaba a los sindicatos desde las estructuras del Estado habría operado como organizador del movimiento obrero.
Otra visión: un movimiento unificado
Esa interpretación fue cuestionada por nuevos enfoques que niegan la división del movimiento obrero en dos sectores. Por el contrario, se plantea que su accionar fue homogéneo, sin que pueda hablarse de una ruptura entre antes y después del peronismo. En esta línea, puede mencionarse la interpretación de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, que consideran que el apoyo al peronismo provino de un movimiento obrero unificado, consciente de su posición de clase obrera marginada de la redistribución de los ingresos. En el apoyo al Estado peronista no participaron solamente los trabajadores recién ingresados en la economía industrial sino que contaron con la presencia de los viejos dirigentes sindicales, que tuvieron mayor peso en la formación de esa alianza de sectores.
Distintos aportes para la comprensión del problema
Un aporte fundamental para el análisis de la cuestión lo constituyen los trabajos de Juan Carlos Torre, quien aborda la relación entre Perón y los sectores obreros antes del 17 de octubre de 1945. Torre Señala la importancia de la iniciativa de Perón al convocar a los dirigentes de la llamada "vieja guardia sindical" (de orientación socialista y sindicalista), formados en la difícil época de los años treinta. Estos dirigentes se sumaron al proyecto de Perón, preocupados por su propia supervivencia: las mejoras ofrecidas eran demasiado importantes como para
rechazarlas, lo que les hubiera hecho perder el apoyo de los sectores que conducían. Esta conformidad muestra un cambio en la actitud del Estado, no del movimiento obrero. Sin embargo, inicialmente no fue una alineación completa y total tras el liderazgo peronista, situación que se consolidaría en el contexto político posterior.
Por su parte, el historiador inglés Daniel James afirma que tanto social como políticamente el peronismo logró el control de los trabajadores. Si bien el conflicto de clases no fue abolido y no se produjo la armonía social que mostraba la propagan- da oficial, las relaciones entre capital y
trabajo mejoraron. James propone varias razones para explicar el éxito de esta relación. Ante todo, la clase trabajadora logró satisfacer aspiraciones materiales dentro de los parámetros ofrecidos por el Estado, a lo que se sumó el prestigio personal de Perón. Es preciso tomar en cuenta la capacidad del Estado y su aparato cultural, político e ideológico para promover e inculcar nociones de armonía e intereses comunes de las clases.
EL ESTADO PERONISTA y LA IGLESIA
Un actor social que no se puede dejar de tener en cuenta para comprender la dinámica política de las décadas de 1940 y 1950 de la
Argentina es la Iglesia Católica. Los vínculos que estableció con ella el presidente Perón tuvieron un carácter ambiguo.
Relaciones de aparente armonía
La relación del peronismo con la Iglesia también ha concitado el interés de los historiadores, ya que cambió notoriamente entre 1945 y 1955. La Iglesia cumplió un papel muy importante en la legitimación del nacimiento del peronisrno, pero diez años después se alineó junto a los opositores que llevaron a la caída del régimen.
El vínculo armónico con la Iglesia que caracterizó al primer gobierno peronista se centraba en la aplicación, por parte del Estado, de las ideas del catolicismo: la noción de armonía social reemplazó a la de lucha de clases sostenida por la izquierda. La misma Iglesia había llamado a votar por Perón en las elecciones de 1946, y el gobierno respondió con distintas medidas, como el mantenimiento de la enseñanza religiosa en las escuelas. Esta coincidencia de intereses y la reivindicación de los ideales católicos por parte del gobierno le aseguraron a este un apoyo de las instituciones y de la mayoría de los creyentes.
La llegada de Perón al gobierno fue percibid a como el contexto propicio para lograr un “nuevo orden católico" (ni liberal, ni comunista), sobre todo cuando el presidente apelaba en sus discursos a las encíclica s papales y empleaba términos y conceptos similares a los del catolicismo social. Pero, cuando el peronismo pretendió encarnar a esa "nación católica", considerándose a sí mismo como su natural expresión política y estatal, se generaron contradicciones con la Iglesia.
Para la idea dominante en el justicialismo, no había dudas de que el gobierno de Perón estaba transformando en realidad los ideales católicos. Desde esa perspectiva, a la Iglesia no le cabía otro papel más que el de colaborar en su obra, lo que significaba exigirle un alineamiento político con el régimen.
El deterioro de un vínculo
La relación de armonía entre el justicialismo y la Iglesia comenzó a deteriorarse en el segundo gobierno de Perón, cuando el Estado impulsó una mayor intervención en la sociedad y ocupó áreas que hasta el momento se encontraban en manos de instituciones religiosas. De manera especial, la Fundación Eva Perón produjo la mayor resistencia por parte de la Iglesia, que la veía como una competidora en el
ámbito de la caridad social. También fue- ron rechazado las iniciativas del gobierno para captar el apoyo de los jóvenes (a través de la Unión de Estudiantes Secundarios) y las mujeres (mediante la creación del Partido Peronista Femenino).
Ante los crecientes cuestionamientos, el gobierno promovió disposiciones legislativas que generaron la reacción eclesiástica, como la aprobación del divorcio vincular que permitió disolver un matrimonio y volver a casarse, el fin de la discriminación entre hijo~ nacidos dentro o fuera del matrimonio, la eliminación de la enseñanza religiosa en las escuelas y la suspensión de los aportes estatales a los institutos de enseñanza privada religiosa.

El desenlace
A partir de 1954 se desencadenó el conflicto. El gobierno acusaba a la jerarquía eclesiástica y a instituciones vinculadas a
la Iglesia -como el recién creado Partido Demócrata Cristiano y la Acción Católica- de ser sus principales opositores y de incentivar movilizaciones antigubernamentales aprovechando las festividades religiosas. El 12 de junio de 1955, con motivo de las fiestas de Corpus Christi, la Iglesia organizó una concentración con más de 100.000 personas. Esto provocó la reacción de Perón, quien expulsó del país
al nuncio papal, monseñor Tato, y al canónigo, monseñor Novoa. Al mismo tiempo, fueron detenidos varios sacerdotes y las autoridades de la Acción Católica. Por su parte, el Episcopado argentino firmó una declaración en la cual denunciaba que desde el gobierno se estaba realizando una persecución religiosa. El documento cuestionaba una serie de medidas oficiales: la derogación de la enseñanza religiosa y la supresión de los organismos administrativos relacionados; la ley sobre reuniones públicas, que incluía el requisito de pedir permiso previo también para las procesiones y congregaciones de carácter religioso; la ley de divorcio; el decreto que restablecía la prostitución reglamentada; un proyecto de reforma constitucional que preveía establecer la separación entre el Estado y la Iglesia.
De este modo quedaba formalizada la ruptura entre el peronismo y la Iglesia. A partir de entonces, importantes sectores católicos se sumaron a las fuerzas opositoras que, desde junio hasta septiembre de 1955, avanzaron hacia el derrocamiento de Perón.
El porqué de la ruptura
Existen diversas interpretaciones sobre el giro producido en las relaciones entre el Estado peronista y la Iglesia. A pesar de sus
diferencias, todas coinciden en señalar el año 1949 como el punto de inflexión. Algunas han explicado el conflicto en función del
enfrentamiento entre un catolicismo peronista de naturaleza básicamente popular y un férreo conservadurismo de la jerarquía eclesiástica. Otros autores parten de la heterogeneidad del movimiento peronista, que permitió la entrada de dirigentes contrarios a la inspiración católica que prevaleció en el primer gobierno de Perón; según esta interpretación, el ingreso de masones, comunistas y antic1eri- cales habría llevado al enfrentamiento.
Análisis más recientes se centran en las medidas del gobierno, que buscaban la emancipación de los sectores populares mediante
una secularización de la doctrina católica. Para esta interpretación, el peronismo habría anticipado los cambios que veinte años después convulsionarían al catolicismo, en particular a través de las corrientes basadas en la llamada "opción por los pobres" y las críticas al carácter jerárquico de la Iglesia
LA CAlDA DE PERON
Desde su inicio, el peronismo fue generando discrepancias en distintos ámbitos de la sociedad argentina.
La oposición política comenzó a despertarse incentivada por la fuerte conflictividad social que expresaban los sindicalistas (que
luchaban por aumentos salariales) y los empresarios industriales (que querían volver al esquema proteccionista anterior). Otros
sectores influyentes de la sociedad, como el de la Iglesia, contribuyeron a profundizar la crisis del gobierno.
El conflicto cultural
El período peronista estuvo atravesado por un fuerte conflicto cultural, mucho más virulento que el estrictamente social que, según sostenía el partido, enfrentaba a la "oligarquía" y al "pueblo". Para el justicialismo, lo popular combinaba dos dimensiones:
la clase trabajadora y su integración en la sociedad. No propiciaba ideas clasistas que, en otras sociedades, se manifestaban en una
cultura propia de los trabajadores.
El peronismo no se apoyó en un modelo cultural distinto del establecido sino en una manera diferente y más amplia de apropiar- se de él, de participar de algo que juzgaba valioso y ajeno. En la perspectiva peronista, la "oligarquía" -fría y egoísta- era quien pretendía restringir el acceso a esos bienes y excluir al "pueblo" -entendido como el pueblo que apoyaba al peronismo- del ejercicio de los derechos. Un fuerte ataque discursivo hacia los sectores conservadores y liberales -presentados como la oposición e identifica- dos con la corrupción institucional de los años treinta- sirvió para contrastar la "Nueva Argentina Peronista" con la etapa anterior.
Inversamente, desde la oposición, la resistencia a las prácticas políticas del peronismo se combinaba con la indignación ante la manera en que se llevó adelante el proceso de democratización social.
Para los sectores opositores, el peronismo significaba la invasión popular de los espacios que consideraban propios. Esta sensación se combinaba con la ira ante la pérdida de la deferencia y el respeto, que juzgaban producto de las medidas "demagógicas" del régimen. Su respuesta fue, junto con el ata- que al gobierno, la ridiculización del recién llegado, tanto del nuevo rico como del humilde habitante urbano, incapaz de manejar con destreza los instrumentos de la nueva cultura o de comprender sus claves, y a menudo encandilado con sus manifestaciones más superficiales.
El derrocamiento
Ese conflicto cultural se fue agravando a medida que la situación económica y política del país experimentaba un sensible deterioro.
A partir de 1953 se generó un creciente descontento, en el que fueron confluyendo los adversarios políticos del peronismo -radicales, socialistas y comunistas, entre otros- junto a la Iglesia y sectores cada vez más numerosos de las Fuerzas Armadas. La ruptura con el Episcopado marcó el punto más dramático. El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y la residencia presidencial en la ciudad de Buenos Aires, en un intento por matar a Perón. La acción fracasó pero formaba parte de varias conspiraciones que estaban en marcha para derrocar al gobierno. Esa misma noche, partidarios peronistas incendiaron la sede del arzobispado de
Buenos Aires y varios templos.
Ante la gravedad de los hechos, Perón adoptó inicialmente una actitud conciliatoria, que no tuvo resultados. El 16 de septiembre, una parte considerable de las Fuerzas Armadas iniciaba un nuevo levanta- miento liderado por Isaac Rojas y Eduardo Lonardi, con apoyo de grupos civiles. Perón renunció y se refugió en la embajada de Paraguay, país en el que iniciaría su largo exilio.
El 23 de septiembre de 1955, el general Lonardi asumió como presidente del nuevo gobierno de facto, que se denominó a sí mismo "Revolución Libertadora".
Diferentes interpretaciones
sobre el Estado peronista
Definir el tipo de Estado que construyó el peronismo no es tarea sencilla: sus opositores y sus partidarios han debatido y aún debaten acerca de su naturaleza. Un sector importante de quienes derrocaron a Perón denunciaba su régimen como "fascista" o, en general, "totalitario". Por su parte, los propios peronistas lo consideran una creación absolutamente original, que no puede ser interpretada a partir de los conceptos creados para analizar realidades políticas europeas. Estas polémicas se trasladaron a trabajos que buscan caracterizar el fenómeno desde la sociología y la historia.
La interpretación clásica la elaboró Cirio Germani en su trabajo Política y sociedad en una época de transición. De la sociedad tradicional a la sociedad de masas (1962). Si bien Germani hace una comparación con el nazismo y el fascismo, establece diferencias fundamentales al considerar que el peronismo significó, en realidad, el proceso de modernización de la Argentina. La peculiaridad derivaba de que esta transición de una sociedad tradicional a otra moderna, se concretó por una vía no democrática y autoritaria.
El análisis de Germani dio origen a numerosas variaciones. Entre ellas puede incluirse la obra de Torcuato Di Tella, Sociología de los procesos políticos (1986), que enmarca el peronismo dentro de los populismos latinoamericanos.
Un intento de elaborar una interpretación del peronismo desde la izquierda lo constituyó la obra de Jorge Abelardo
Ramos, Perón: historia de su triunfo y su derrota (1959). Ramos utilizó el concepto de "bonapartismo", nombre dado al tipo de régimen que busca conciliar de manera autoritaria distintos intereses sectoriales para unificar y fortalecer a una nación. Para Ramos, la historia argentina se articula alrededor de la penetración del imperialismo, situación que adquiría rasgos muy conflictivos al terminar la Segunda Guerra Mundial. En esas circunstancias, Perón se habría transformado en un líder "bonapartista" a partir de un movimiento masivo y espontáneo, en el que tuvo destacada participación la clase obrera. En este enfoque, las limitaciones ideológicas de ese movimiento fueron consecuencia de la situación dependiente del país y de la falta de educación de las masas.
Nuevos puntos de vista surgieron a partir del libro de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo (1971) y el de Juan Carlos Torre, Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo (1989), ya mencionados

Historia 2 Argentina y Latinoamerica siglo XX. Ed puerto de Palos
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